Hace unos meses, en un pequeño pueblo de Francia, Seine-Port, con menos de 2.000 habitantes, se aprobó en referéndum la prohibición del uso de celulares en espacios públicos. Esta medida, pionera en el país, está transformando la dinámica social del municipio en términos de interacción y convivencia.
El alcalde Vincent Paul-Petit, perteneciente al partido Les Républicains, impulsó esta normativa sin precedentes, motivado por la intención de incitar a la ciudadanía a reducir el uso de teléfonos móviles. “Es una guía para limitar el uso del teléfono”, explicó Paul-Petit en una conferencia de prensa.
Aunque la iniciativa carece de capacidad legal para imponer sanciones, el alcalde anima a los comerciantes a colocar carteles en sus vitrinas, solicitar amablemente a los clientes que guarden sus celulares y, de caso contrario, a no atenderlos.
La normativa contempla que en calles, parques y restaurantes se promueva la interacción cara a cara.
Además, se implementó una carta dirigida a las familias con consejos para uso de las pantallas por parte de los niños, regulando que no pueden acceder a ellas por la mañana, en sus habitaciones, antes de dormir ni durante las comidas. Como incentivo, aquellos padres que firmen un acuerdo para no dar un smartphone a sus hijos antes de los 15 años recibirán un teléfono básico limitado a llamadas, ofrecido por el ayuntamiento.
La aprobación de esta medida ha generado opiniones divididas entre los residentes. Ludivine, una mujer de 34 años, expresó su apoyo enfáticamente. “Estoy totalmente a favor de esto”, afirmó a The Guardian, viendo la regulación como una manera de concientizar sobre el impacto de los teléfonos en la vida diaria.
Sin embargo, Angélique da Silva, la gerente de un restaurante local, tiene sus reservas. “La medida puede ser beneficiosa para los niños, pero dudo de su implementación práctica para los clientes”, contó también al medio británico.
Uno de los principales desafíos que enfrenta esta normativa es su viabilidad y aceptación entre los jóvenes. Adrien, un estudiante de secundaria de 17 años, criticó la iniciativa. “Los smartphones son esenciales para la vida cotidiana, desde escuchar música hasta encontrar direcciones con el GPS”, argumentó al medio británico Del mismo modo, Jean-Luc Rodier, un trabajador postal jubilado que votó a favor de la medida, explicó que era una forma de “dar la alarma” sobre el uso excesivo de los teléfonos y expresó su preocupación por la inteligencia artificial y la creciente dependencia tecnológica.