Cada cuatro años, el calendario agrega un día para cumplir 366 días. Cuál es la importancia de los años bisiestos y de la implementación para seguir la correcta rotación terrestre al Sol
Imagínese vivir en el hemisferio sur y celebrar Navidad con una nevada. O residir en el hemisferio Norte y recibir cada año en la playa y con 40 grados
Eso le sucedería al calendario terrestre si no se adicionaran cada cuatro años un día más en febrero para tener así un año bisiesto. Es que ese día extra que se agrega a finales de febrero cada cuatro años, garantiza que los calendarios estén sincronizados con la órbita de la Tierra a nuestra estrella, el Sol.
Concretamente, el planeta Tierra tarda 365,24 días en completar su órbita alrededor del Sol, equivalente a 365 días, 5 horas, 48 minutos y 56 segundos.
Después de cuatro años, esas horas sobrantes suman casi día entero (23.262222 horas). Es por eso que existen los años bisiestos para ajustar el calendario de 12 meses y alinearlo con el ciclo solar. Esta es la adopción generalizada del calendario gregoriano que garantiza la sincronización de días y meses con las 4 estaciones que vivimos anualmente.
Sin esta pequeña corrección cada cuatro años, el calendario se desalinearían progresivamente, afectando desde la planificación de cultivos hasta la regulación del clima.
Incorporar un día adicional cada cuatro años mantiene el calendario alineado con el año sidéreo. Sin embargo, esta medida no es completamente precisa. Según el doctor Bob Craddock, geólogo del Museo Nacional del Aire y el Espacio del Instituto Smithsonian, al agregar un día bisiesto cada cuatro años, prolongamos el año calendario en más de 44 minutos, lo que eventualmente afectaría el alineamiento de las estaciones.
La introducción del año bisiesto se remonta al calendario juliano, propuesto por Julio César en el 45 a.C. Este añadía un día extra cada cuatro años para compensar el desfase entre el año solar y el calendario. Sin embargo, esta solución generaba un exceso de ajuste temporal.
En 1582, el Papa Gregorio XIII introdujo el calendario gregoriano, refinando el sistema juliano. Manteniendo la idea del año bisiesto, se estableció que si un año es divisible por 100 y no por 400, se omite el año bisiesto, eliminando algunos bisiestos innecesarios. Sin años bisiestos, el calendario actual acumularía un desfase y a lo largo de los siglos, este crecería significativamente, afectando las estaciones y desencadenando consecuencias en la agricultura, el clima y otros aspectos vinculados al ciclo solar.